¡Qué palabra más bonita!
Qué tranquilidad nos da este valor cuando sabemos que lo hemos dado todo, que nos hemos esforzado al máximo en función de nuestras posibilidades para conseguir los mejores resultados posibles; cómo nos permite seguir creciendo en el ámbito personal o profesional. Cuando te esfuerzas y lo das todo, puedes ir con la cabeza alta, mirando de frente a nuevos retos que te saquen de tu zona de confort y para que continúes con tu crecimiento. A veces pensamos que nos quedan pocas por aprender y, en ese momento, la vida nos da un golpe y nos enseña que aún nos queda mucho por aprender, que siempre vamos a estar aprendiendo y, por tanto, siempre vamos a estar esforzándonos para conseguir nuevos retos.
Habrá días en los que estemos mejor o peor anímicamente, en los que los actos que hagamos no sean del todo correctos o adecuados, pero siempre vamos a estar aprendiendo y siempre tenemos que dar lo mejor de nosotros mismos. Eso nos permite tener nuestra conciencia tranquila.
Y como le digo muchas veces a mis jugadoras: “El esfuerzo es algo que depende de nosotras mismas. Por lo tanto, es innegociable y en cada tarea de entrenamiento, en cada partido tenemos que dar lo mejor de nosotras”. Eso nos ayuda a crecer.